domingo, 2 de marzo de 2014

SOBRE EL SIMBOLISMO DE LA CÁMARA DE REFLEXIÓN

Dentro de la oscuridad es donde empieza el camino interior del masón, porque los más íntimos miedos afloran en medio de la ceremonia de iniciación. Cada hombre expuesto ante su debilidad empieza por atisbar aquello que le subyace según su coraje y comprensión. Al cruzar las puertas del templo uno aleja lo profano, en cada paso requiere conocimiento pero sobre todo valor, por eso esta conquista es un movimiento interior más que exterior.

El iniciarse equivale a vencer el miedo a lo desconocido, equivale aceptar con humildad la ignorancia y a despojarse de los prejuicios. En estas condiciones la conciencia busca libremente la purificación y transformación de aquello inferior en algo superior. Pienso que la vida es un viaje en el que hay que definir las convicciones que nos guiaran y las dudas que se soportaran, los tiempos de evolución dependen de ello.

En medio de la oscuridad lo primero que llama la atención es el tétrico símbolo de la calavera, es el careo con la única realidad innegable. Los símbolos iniciativos marcan dos senderos por donde transitan las pasiones, en uno se depuran en el otro degeneran. En el centro de la mesa está la muerte, es allí donde se separan las aguas y el curso sigue adelante o se insume.

Con el agua que sigue el grano de trigo germina, nace de su propia fuerza interior y bajo la tierra se despoja de todas sus imperfecciones. No obstante la madurez solo se alcanza cuando se convierte en alimento, cuando se combina con atrás realidades y se hace alimento.

Como el recién nacido busca aquello que lo alimenta o como el hombre necesita saciar su sed, es así la transformación y regeneración de la vida. Ser uno mismo el pan y el agua es servir de alimento, es saciar la sed; es buscar la solidaridad y la justicia, es ser un compañero.

La realidad muerta se encuentra al lado de la realidad viva, son así la sal y el azufre, son las fuerzas del equilibrio, el peso y el contrapeso que lleva la vida de izquierda a derecha, por eso el péndulo pasa siempre dos veces por el mismo punto. Es la medida de cambio entre el movimiento y el reposo que dependen de las fuerzas ficticias de lo material y lo espiritual.

El mercurio vital simboliza la sabiduría que nace de la comprensión y la experiencia. El pensamiento nace de las fuerzas opuestas que se transforma en sabiduría cuando la iinteligencia fluye a través de principios elevados y nobles aspiraciones y se corrompe cuando degenera ante el deseo y los vicios. Es que todo en la naturaleza tiene un periodo de maduración y un periodo de convicción, su ritmo propio y su equilibrio natural.

Una vez concluida está reflexión, es tiempo de exteriorizar los discernimientos en un testamento como palabra viva de la muerte profana; un varadero cambio interior es imperceptible, son sus manifestaciones las evidentes. Las preguntas sobre el deber hacia Dios y hacia uno mismo pretenden mostrar que un hombre es por fuera lo que se hace por dentro y aprende en la medida en que observa en los otros las manifestaciones de sí mismo; la solidaridad y la fraternidad.

El testamento encierra una concepción filosófica y un código moral sobre la vida, recuerdo hoy ante mis hermanos aquello que dije al iniciarme. “Es necesario tener un maestro para aprender, disciplina para superar las limitaciones, voluntad para fortalecer las convicciones, entrenamiento para perfeccionarse en las arte, un método que oriente el camino y un principio ordenador que sostenga la importancia de la vida”. Y a lo antes dicho aumento, que el deber moral hacia G.·.A.·.D.·.U.·. y hacia mis hermanos se equipare al que deseo para mi mismo.

Al fin comienzan los viajes iniciativos, lleno de tropiezos y obstáculos al encuentro de los elementos; aire, agua y fuego. De occidente a oriente y de retorno al principio, pero con mas conocimiento. En cada viaje hay un nuevo ascenso de conciencia.

El viaje aire es la purificación de las tempestades internas, el dominio de los deseos, los instintos y la pasión. El viaje del agua representa la lucha en contra de los pensamientos innecesarios, es la purificación de la mente. El viaje del fuego es el reencuentro con la energía verdadera, con lo más profundo y sutil de la conciencia y discernimiento.

Al respecto digo que el camino cuesta abajo es vertiginoso y rápido en su descenso, mientras que un camino cuesta arriba es lento y fructífero en su asenso. En este duro trayecto la fuerza de la sangre y la marca del masón son inmanentes de aquello que esta vivo y de aquello que es indeleble.

Es tiempo de beber el cáliz misterioso del agua dulce que se convierte en amarga, como es el sabor del camino inevitable de aquel que quiere convertirse en una piedra pulida. Aceptemos todos la amargura de la ignorancia como aceptamos la dulzura espiritual.

Sea hecha la luz como premio del esfuerzo, que la apariencia de separación entre lo vivo y lo muerto desaparezca, que los hermanos se reencuentren en un fraternal abraso. Mi reflexión final es que cada hombre define lo que hace y lo que deja de hacer, esa es la manifestación más clara de su naturaleza interior y de las decisiones que está dispuesto a sostener.

Que resuenen en los pensamientos de todos los masones la sabiduría, la fuerza y la belleza, como reflejo de la alegría, la humildad y la fe. Que se corrijan todos los excesos de apreciación y de interpretación.

J. A. A.·.M.·.

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